Este 21 de diciembre nos felicita un contacto: «Feliz solsticio, grupo; vuelve la luz para el hombre», literalmente; y la tajante aseveración que justifica los buenos deseos ilumina el sentido de aquella conjunción del solsticio invernal con el culto pagano del naciente Sol Invictus que está en el origen de la fiesta del 25 de diciembre, según está escrito: «Luz verdadera que alumbra a todo hombre viniendo a este mundo» (Ἦν τὸ φῶς τὸ ἀληθινόν, ὅ φωτίζει πάντα ἄνθρωπον, ἐρχόμενον εἰς τὸν κόσμον. Erat lux vera, quae illuminat omnem hominem venientem in hunc mundum Juan 1.9).

«Toda especie de seres vivos es concebida y al nacer contempla la luz del sol» (genus omne animantum / concipitur visitque exortum lumina solis Lucr. 1.5), había cantado Lucrecio en su invocación a Venus, llevando al hombre hacia la luz del sol, y no la luz verdadera, que era el Verbo, al hombre, según anuncia este euangelium secundum Iohannem.

Versión de la Vulgata en la Biblia de Gutenberg de la Universidad de Sevilla [BUS A 336/116 pdf 95]

 

Así que la jerarquía tardoantigua (doctores tiene la Iglesia) no solo habría venido a contrarrestar el arraigo popular de las licenciosas saturnales, también debieron de establecer el nacimiento del Salvador el día en el que las noches empezaban ya a ser más cortas, como un sol renovado que volvía a iluminar la vida de los hombres, con la luz verdadera del divino Verbo.

Feliz Navidad y feliz solsticio (el vernal en el Sur), que para todos hay en esta viña de la buena voluntad, pues incluso Lucrecio señaló «el bien más alto, adonde tendemos todos» (bonum summum, quo tendimus omnes Lucr. 6.26).